Como una intrusa la muerte,
fue llamada en este día,
para llevarse, silente,
a ocho vidas de agonía.
Las llamas de aquel siniestro,
arrebataron temprano,
a jóvenes, en un incendio,
rito rebelde y cercano.
Angel, Angel y Pablo,
Jaime, Jorge y Franco,
Jorge Luis y Ángelo,
su partida es un impacto.
Cual mensajeros alegres,
en un festín de utopías,
sellaron sus fantasías,
en ofrenda de energías.
Labradores y guerreros,
soñadores y creyentes,
hermanos y herederos
distintos, entre la gente.
Leones del Dios amado,
que vivirán en las calles,
su silencio ha traspasado,
las murallas, las ciudades.
Aprendamos la lección,
que el dolor no sea en vano,
hagamos una oración,
por ellos, nuestros hermanos.
Agradezco ese volcán,
que bullía en cada uno,
de su juventud bakán,
que soñaba un plenilunio.
Que en esta hoguera se extingan,
nuestros malos sentimientos,
que en diálogo, nos distingan,
protegiendo a los sarmientos.
No se rían de su fe,
que ella ha sido operante,
su única alegría fue,
en esta tierra frustrante.
Predilectos del Señor,
porque Jesús ya lo ha dicho,
cuando les dimos amor,
a Dios mismo se lo dimos. Miguel Angel Herrera Parra